Miércoles 23 de octubre: San Juan de Capistrano, fraile franciscano que dejó un legado de fe, valentía y entrega inquebrantables.
San Juan de Capistrano nació en 1386, en una época de gran adversidad. La peste bubónica devastó a un tercio de la población y a casi al 40% del clero, mientras que el Cisma de Occidente dividió a la Iglesia con múltiples aspirantes al papado. Europa estaba en constante guerra, y los estados italianos vivían en conflicto. En este difícil contexto, San Juan no solo sobrevivió, sino que también floreció.
A los 26 años fue nombrado gobernador de Perugia, pero tras ser encarcelado, decidió cambiar su vida de manera radical. A los 30, ingresó en el noviciado franciscano y fue ordenado sacerdote cuatro años después. En medio de la apatía religiosa de su tiempo, su predicación atrajo a multitudes. Junto a otros franciscanos, fue recibido como un ángel en países de Europa central, avivando una fe casi extinguida.
En un momento en que la Orden Franciscana estaba en crisis, su conocimiento legal y su arduo trabajo ayudaron a resolver conflictos internos y suprimieron a los herejes Fraticelli. Además, facilitó una breve reunificación con las Iglesias griega y armenia.
Cuando los turcos capturaron Constantinopla en 1453, fue llamado a predicar una cruzada para defender Europa. Tras recibir poca respuesta en Baviera y Austria, se enfocó en Hungría, donde lideró un ejército en la defensa de Belgrado. Junto al general Juan Hunyadi, lograron una aplastante victoria y liberaron la ciudad. Sin embargo, agotado por sus esfuerzos, San Juan de Capistrano murió el 23 de octubre de 1456, dejando un legado de fe, valentía y entrega inquebrantables. Fue canonizado en 1690 por el papa Alejandro VIII.
Fuente: Franciscan Media.
Imagen: Fragmento de «San Juan de Capistrano» (entre 1470 y 1480), autor desconocido.