Lunes 2 de diciembre: Santa Viviana, martirizada en el siglo IV, se transformó en un ejemplo de devoción y fortaleza.
En el año 363 d.C., durante el reinado del emperador Juliano el Apóstata, Aproniano fue nombrado gobernador de Roma y desató una feroz persecución contra los cristianos. Entre las víctimas destacó Santa Viviana (también conocida como Bibiana), nacida en una familia profundamente devota. Su padre, Flaviano, un caballero romano, fue torturado y exiliado, mientras que su madre, Dafrosa, fue decapitada.
Huérfanas y empobrecidas, Viviana y su hermana Demetria se entregaron a la oración y el ayuno. La fe de ambas atrajo la atención de Aproniano. Al comparecer ante él, Demetria reafirmó su fe, muriendo de forma misteriosa. Viviana, en tanto, fue entregada a Rufina, quien intentó corromperla sin éxito.
Incapaz de quebrantar su espíritu, Aproniano ordenó que Viviana fuera azotada brutalmente con látigos de plomo, hasta su muerte. Su fe inquebrantable y su alegría en el martirio son un poderoso ejemplo de devoción y fortaleza.
Fuente: uCatholic .
Imagen: Fotografía de un fragmento de la escultura en mármol en la iglesia de Santa Bibiana en Roma, titulada «Santa Bibiana» (1626), por Gian Lorenzo Bernini.