Martes 21 de enero: Santa Inés, martirizada por no renunciar a su fe, su imagen asociada al cordero es símbolo de inocencia y sacrificio.
Santa Inés vivió en Roma durante el período de las grandes persecuciones cristianas, probablemente a finales del siglo III o principios del IV. En aquella época, los cristianos eran considerados una secta peligrosa y eran perseguidos por las autoridades romanas.
Según la tradición, Inés fue una joven romana de familia noble que se negó a renunciar a su fe cristiana y a casarse con un pretendiente pagano. La leyenda cuenta que milagrosamente había escapado de diversas torturas. Su firmeza ante la persecución la llevó al martirio, recibiendo una estocada en su cuello, del mismo modo que los corderos degollados, lo que la convirtió en un símbolo de la inocencia y el sacrificio.
La figura de Santa Inés rápidamente se convirtió en un modelo de fe y virtud para los cristianos. Su culto se extendió por todo el Imperio Romano y más allá. Numerosas iglesias y catedrales fueron dedicadas a ella, y sus reliquias se convirtieron en objeto de veneración.
La asociación de Santa Inés (también llamada Agnes) con el cordero, es uno de los símbolos más conocidos del cristianismo. El cordero representa la pureza, la inocencia y el sacrificio de Cristo. En el caso de Santa Inés, simboliza su entrega a Dios y su martirio.
Fuente: Ökumenisches Heiligenlexikon.
Imagen: Fragmento del óleo sobre tela «Sant’Agnese» (alrededor de 1576), por Giovanni Battista Moroni.
