Martes 17 de diciembre: San Lázaro. Conmovido por su muerte, Jesús lo lloró y, demostrando su poder divino, lo resucitó.
En la pequeña aldea de Betania, Jesús encontró un hogar donde siempre fue amado. Lázaro, junto a sus hermanas Marta y María, ofrecía al Redentor descanso y cariño tras las tensiones de su misión. Pero un día, la tranquilidad se quebró: Lázaro enfermó gravemente, y sus hermanas enviaron un mensaje desesperado a Jesús, confiando en su amor.
Sin embargo, Jesús no llegó a tiempo. Lázaro murió, y su ausencia en el entierro fue un dolor añadido para Marta y María. Cuando finalmente apareció, al cuarto día, las hermanas, entre lágrimas, le reprocharon: «Si hubieras estado aquí, nuestro hermano no habría muerto«.
Conmovido, Jesús lloró. Su dolor mostró su humanidad y su profundo amor por Lázaro. Ante la tumba, pronunció una frase poderosa: «¡Lázaro, sal fuera!«. Y el milagro ocurrió: el hombre que llevaba cuatro días muerto volvió a la vida.
Este acto, uno de los más grandes de Jesús, sigue recordándonos su inmenso poder y amor infinito.
Fuente: Aciprensa.
Imagen: Fragmento del óleo sobre tabla «La resurrección de Lázaro, con una pareja de donantes y su hija» (entre 1450 y 1500), por Geertgen tot Sint Jans.