Martes 14 de enero: San Félix de Nola, religioso romano del siglo III que hizo frente a la persecución a los cristianos.
San Félix, nacido alrededor del año 200 en Nola, Nápoles, renunció a los privilegios heredados de su familia para dedicarse al servicio de los pobres y a la iglesia cristiana, marcando el inicio de una vida guiada por el altruismo. Durante la persecución cristiana bajo el emperador Decio, Félix desempeñó un papel crucial.
Tras la huida del obispo Máximo para evitar su captura, asumió responsabilidades pastorales que lo llevaron a ser arrestado y torturado. Según relatos históricos, su liberación de la prisión fue posible gracias a la intervención de un ángel, un evento que reforzó su reputación como un hombre protegido por lo divino.
Enfrentando constantes adversidades, San Félix no abandonó su misión. Rescató al obispo Máximo, debilitado y enfermo, cargándolo de regreso a Nola bajo la oscuridad de la noche, un acto de heroísmo que quedó grabado en la memoria colectiva.
Tras la muerte de Máximo, Félix rehusó asumir el cargo de obispo, eligiendo una vida humilde como sacerdote y agricultor. Con el fruto de su trabajo, ayudó a los necesitados y continuó su labor pastoral. La tumba de San Félix en Cimitile, Nápoles, pronto se convirtió en un importante centro de peregrinación, atrayendo a fieles de toda Italia.
Fuente: Den katolske kirke.
Imagen: Fragmento de «Félix de Nola, Santo, golpeado y oculto por una tela de araña» (Siglo XV), autor desconocido.
