Viernes 17 de enero: San Antonio Abad. Ermitaño egipcio pionero del monacismo, inspirador de la vida contemplativa.
El desierto egipcio, sinónimo de soledad y espiritualidad, fue el escenario de la vida de uno de los padres de la vida monástica: San Antonio Abad. Nacido en el seno de una familia campesina acaudalada, este joven egipcio experimentó una profunda transformación religiosa que lo llevó a abandonar sus posesiones y retirarse al desierto.
Su decisión de vivir en medio de tumbas antiguas fue un acto revolucionario. Al desafiar las creencias populares sobre la muerte y los espíritus malignos, Antonio estableció una nueva forma de relación con la divinidad, basada en la fe y la confianza, porque todo, incluso los lugares que espantan, es de Dios.
La fama de Antonio Abad trascendió las fronteras del desierto. Su estilo de vida ascética y su carisma atrajeron a numerosos seguidores, dando origen al movimiento monástico. A pesar de su deseo de soledad, se vio obligado a guiar y organizar a estas comunidades nacientes.
Murió muy anciano en el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo, situado a unos 160 km al sureste de El Cairo.
Fuente: Aciprensa.
Imagen: Fragmento del óleo sobre lienzo «San Antonio Abad» (1794), por Vicente López Portaña.
