Sábado 8 de junio: El Inmaculado Corazón de María

sábado 08 junio 2024 | El Santo del día

El Inmaculado Corazón de María y el Sagrado Corazón de Jesús, celebran consecutivamente sus fiestas tras Corpus Christi.


El Inmaculado Corazón de María es un símbolo central en la devoción católica, destacando por su amor divino, pureza y el dolor y alegría que representa. Rodeado de rosas blancas y atravesado por una espada, este corazón invita a los fieles a vivir con un equilibrio entre el sufrimiento y la alegría.

La Fiesta del Inmaculado Corazón de María, celebrada en la liturgia católica, se relaciona directamente con el Sagrado Corazón de Jesús. Ambas festividades se celebran consecutivamente después del domingo del Corpus Christi, subrayando la conexión profunda y eterna entre los corazones de Jesús y María.

La Iglesia Católica enseña que el camino más seguro para llegar a Jesús es a través de María, promoviendo la consagración al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esta práctica litúrgica refuerza la confianza en el amor maternal de María y la dirige como Mediadora de Todas las Gracias.

Venerar el Inmaculado Corazón de María implica no solo reverenciar el corazón físico, sino también reconocer su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Su Corazón simboliza su amor a Dios y a los demás, reflejando una pureza y respuesta ejemplar a los impulsos divinos según el Plan de Dios.

María es vista como un modelo de respuesta recta y ejemplar a los caminos que se le presentan. La devoción a su Inmaculado Corazón llama a los fieles a conocer su propio corazón, es decir, la realidad profunda de su ser y la huella divina en ellos.

En este contexto, la figura de María no solo se convierte en un modelo espiritual, sino también en una guía hacia un encuentro pleno con el amor divino. La Iglesia Católica subraya la importancia de esta devoción en la vida de los fieles, promoviendo una conexión más profunda y sincera con lo sagrado.

 


Fuente: Aciprensa.com.
Imagen: «Detalle del Corazón de María« (1750), por Miguel Ballejo y Mandirano.

Más noticias