Ezequiel, voz profética en tiempos turbulentos en el siglo VI a.C. Advertencia y esperanza marcan su mensaje ante la caída de Jerusalén.
En tiempos tumultuosos, Ezequiel, hijo de Buzí, sacerdote cautivo en Babilonia, asumió el mandato de ser profeta en Tel-Abib a orillas del río Cobar. Durante 22 años, desde el 597 a.C., confrontó falsas esperanzas y engaños.
Su misión era combatir la idolatría y la corrupción, y ofrecer esperanza a los desesperados. Antes de la destrucción de Jerusalén por parte de los caldeos (Nabucodonosor II), advirtió sobre el castigo divino, aunque muchos desestimaron su mensaje.
Tras la catástrofe del 598 a.C., gran parte de la población es deportada, entre ellos Ezequiel, que será el profeta del exilio. Utilizando visiones simbólicas, proclamó una nueva esperanza en la restauración nacional.
Su estilo refleja la transición entre dos épocas, y su mensaje se centra en la purificación y la restauración. Aunque incomprendido en su tiempo, su fidelidad salvó las esperanzas mesiánicas del pueblo. Según la tradición judía, Ezequiel —uno de los profetas mayores— murió martirizado.
Fuente: Alfa & Omega y Aciprensa
Imagen: Fragmento de «Visión de Ezequiel» (1518), por Rafael Sanzio.
