San Germán, abad y obispo de París, destacó por sus milagros y por contribuir a la devoción popular a los santos galos.
Poco se sabe sobre los primeros años de Germán, abad del monasterio de Saint-Symphorien en Autun, su ciudad natal. Tras estudiar en Avalón, fue monje durante quince años en una pequeña comunidad local. Fue allí donde el obispo de Autun, Agripino, lo ordenó sacerdote.
Germán tenía una misión ardua en un país de los francos poco evangelizado. Durante un tiempo fue abad de Saint-Symphorien d’Autun, aunque no era del agrado de todos los monjes, pues solía dar su pan a los pobres.
Reconocido por su ascetismo, piedad y milagros, fue probablemente el rey Childeberto, hijo de Clodoveo y Santa Clotilde, quien lo descubrió y se hizo amigo de él, nombrándolo obispo de París hacia el año 552. París, promovida a capital del Regnum Francorum (el Reino de los Francos), ya tenía una fuerte impronta cristiana.
Saint Germain contribuyó al culto a los santos galos, canalizando la devoción popular hacia sus patronos, especialmente su predecesor Marcelo. Se distinguió por numerosas curaciones y por la liberación de prisioneros y esclavos. También fundó la abadía de Sainte-Croix-Saint-Vincent, que luego se convertiría en Saint-Germain des Prés.
Falleció el 28 de mayo de 576 y fue enterrado en Sainte-Croix. Su cuerpo fue trasladado solemnemente en el siglo VIII al coro, en presencia del Rey Pipino el Breve y de su hijo Carlomagno.
Fuente: Diócesis de París y Nominis.
Imagen: Fragmento del óleo sobre lienzo «San Germán, obispo de París« (1844), por Jean-Auguste-Dominique Ingres.
