Francisco de Paula, santo eremita de siglo XV, fundador de la Orden de los Mínimos. Atrajo a seguidores con sus milagros y enseñanzas.
Francisco Martolilla nació en Paula, Italia, el 27 de marzo de 1416, hijo de Giacomo y Vienna, humildes campesinos. Desde pequeño, su vida estuvo marcada por lo divino. Un milagro salvó su ojo enfermo y lo destinó a una vida de devoción. Educado en la fe por sus padres, su adolescencia lo llevó al convento franciscano de San Marco Argentano. Allí, mostró signos de santidad, dedicándose a la oración y el servicio humilde.
A los 16 años, tras un peregrinaje a Asís, decidió retirarse como ermitaño en un terreno donado por sus padres. Su vida austera atrajo a muchos, convirtiéndose en motivo de peregrinaje. Fundó un convento para acoger a sus seguidores y expandir su enseñanza.
La fama de su santidad se propagó por Italia y más allá. Autoridades eclesiásticas aprobaron su congregación eremítica «Orden Mínima» u «Orden de los Mínimos» en 1470. Viajó fundando ermitas y atrayendo a seguidores con sus milagros y enseñanzas.
En 1482, el rey de Francia, gravemente enfermo, buscó su ayuda. Francisco de Paula aceptó, pero no por riquezas, sino por su fe. En Francia, su encuentro con el rey reveló la verdadera grandeza: la humildad ante Dios. Con paciencia y convicción, guió al rey hacia la reconciliación espiritual.
Tras la muerte del rey, Francisco permaneció en Francia, donde su influencia creció. Su vida ejemplar inspiró la fundación de más conventos en Europa. Falleció a los 91 años en 1507. En 1519, fue canonizado por el Papa León X.
A pesar de la destrucción de su cuerpo por los Hugonotes en 1562, sus enseñanzas de humildad, servicio y fe continúan inspirando al mundo.
Fuente: Orden de los Mínimos – Sitio web oficial
Imagen: Fragmento de «San Francisco de Paula» (1659), por Francisco de Zurbarán.