San Víctor, eremita del siglo VI, destacó por su vida de oración, caridad y hospitalidad. San Bernardo elogió su sabiduría y piedad.
El 26 de febrero, la Iglesia celebra la memoria de San Víctor, eremita. Nacido en la diócesis de Troyes, Francia, alrededor del siglo VI, desde joven se sintió atraído por la vida monástica. Después de recibir la educación necesaria, se retiró a la soledad en Arcis-sur-Aube.
Su ermita estaba en un bosque, lugar donde llevó una vida de oración, penitencia y meditación. Se dedicaba a la lectura de textos sagrados y el trabajo manual. San Víctor se destacaba por su gran caridad, ayudando a los necesitados y dando hospitalidad a quienes llamaban a su puerta.
Su fama de santidad se extendió rápidamente, atrayendo a personas de todo el territorio. San Bernardo, responsable de la expansión de la Orden Cistercense, elogió la sabiduría, la profunda piedad y la ardiente caridad de San Víctor en sus escritos.
Fuente: santiebeati.it
