Miércoles 3 de julio. Santo Tomás, apóstol y pescador, dudó de la resurrección de Jesús hasta verlo. Fue martirizado en India el año 72.
Santo Tomás, judío y pescador de oficio, fue llamado por Jesús a ser apóstol. Es conocido por su incredulidad tras la resurrección de Cristo. Cuando Jesús se apareció a los discípulos el día de la resurrección, Tomás, que no estaba presente, se negó a creer. Dijo: «Si no veo en sus manos la huella de los clavos y pongo el dedo en los agujeros de los clavos y si no meto la mano en su costado, no creeré«.
Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo y se dirigió a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos: dame tu mano y ponla en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.» Tomás, asombrado, exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le respondió: «Has creído porque me has visto. Bienaventurados quienes han creído sin haber visto.»
Según el Martirologio Romano, Santo Tomás predicó el Evangelio en Partia, Media, Persia e Hircania, y posteriormente en la India, donde fue martirizado en «Calamina» el 3 de julio del año 72.
