Miércoles 31 de julio: San Ignacio de Loyola, llamado a sí mismo «el peregrino», fue el fundador de la Compañía de Jesús.
Ignacio de Loyola, nacido Iñigo López de Loyola (1491-1556), sufrió una herida en la defensa del castillo de Pamplona que lo obligó a una lenta recuperación. Durante su reposo, se convirtió en un devoto servidor de Jesucristo. Viajó por Europa y se dirigió a Tierra Santa desde Venecia, refiriéndose a sí mismo como «el peregrino«.
Nacido en una familia de la baja nobleza vasca, Ignacio fue testigo de la era renacentista y de la reforma, conviviendo con figuras como Enrique VIII y Lutero. Inicialmente buscó fortuna bajo el reinado de Fernando II de Aragón («el católico»), siendo acogido por Don Juan Velázquez de Cuéllar en Arévalo, donde aprendió administración, diplomacia y manejo de armas.
Su protector perdió el poder y las ambiciones de Ignacio se truncaron, por lo que se unió al servicio del duque de Nájera en Navarra. Una grave herida en las piernas lo llevó a una convalecencia que despertó en él el deseo de servir a Jesús, transformando su vida en una de penitencia y oración.
Ignacio viajó hacia Tierra Santa, pasando por Montserrat y Manresa, donde dedicó un año a la oración antes de llegar a Jerusalén. Sin embargo, su estancia fue breve y regresó a Europa. En París, encontró compañeros como Francisco Javier, con quienes compartió su visión de servir a Dios.
Aunque no pudo regresar a Tierra Santa, en Roma fundó la Compañía de Jesús, que se expandió mundialmente. Ignacio pasó sus últimos 18 años en Roma, dedicado a la oración mística y a la legislación de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Se le recuerda como «el Peregrino», nombre que adoptó al final de su vida al dictar su autobiografía.
Fue canonizado por el Papa Gregorio XV en 1622.
