Columna: “Por un mundo en el que se les dé acogida”

viernes 21 junio 2024 | Iglesia del Mundo

Una reflexión sobre los 117,3 millones de desplazados en el mundo y el ejemplo de contención de la iglesia en la República Democrática del Congo.


Hoy el mundo se conmueve con una realidad dolorosa que afecta a millones de personas sin distingo de edad, raza, condición social, o de si es mujer u hombre, etc. Hablamos de los 117, 3 millones de personas desplazadas por la fuerza a causa de persecuciones, conflictos, violencia, violaciones a los derechos humanos y otros acontecimientos que alteraron gravemente el orden público (datos de ACNUR).

Desgraciadamente las cifras –lejos de disminuir– siguen aumentando. Con base en sus datos operativos, ACNUR estima que el desplazamiento forzado ha seguido creciendo en los primeros cuatro meses de 2024.

Los refugiados son personas, son historias, son sueños que se ven postergados o bien nunca se realizarán, son países que ven alejarse a sus hijos y que quizás nunca regresarán. Los refugiados no salen por decisión propia, sino que se ven obligados por muchas dificultades que les hacen imposible vivir en sus países. Entre esas muchas dificultades la persecución religiosa cobra cada día más importancia.

A nivel global, 1 de cada 69 personas – o sea, el 1,5% de la población mundial – se encuentra ahora en situación de desplazamiento forzado; esta cifra casi duplica la de hace una década (1 de cada 125 personas desplazadas).

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Por ejemplo, la crisis en República Democrática del Congo se agrava silenciosamente y obliga a las personas a huir a campos de desplazados ya saturados, donde no hay seguridad para las mujeres y niños y faltan alimentos y agua potable, lo que hace temer una explosión de enfermedades.

Desde hace treinta años estamos atravesando un ciclo de violencia y eterno volver a empezar. Sabemos cuándo empieza una guerra, pero no sabemos cuándo acaba”, ha señalado Mons. Floribert Bashimbe, vicario general de la arquidiócesis de Bukavu, en la República Democrática del Congo (RDC).

Llevamos treinta años evangelizando en medio de la guerra, intentando transmitirle a la gente este mensaje de esperanza: ‘¡Dios creó al hombre para la vida, no para la muerte!’ No debemos rendirnos”.

Su mensaje es el mismo que formulan miles de sacerdotes, religiosas y misioneros repartidos por todo el mundo, intentando llevar la palabra de Dios y consuelo a los refugiados.

Mons. Bashimbe ha subrayado en su encuentro con la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) que no se ha cerrado ninguna de las 42 parroquias de la arquidiócesis: “A pesar de la violencia y el peligro de muerte, todos los sacerdotes han decidido permanecer en sus parroquias. Y es que sabemos por experiencia que los lugares abandonados son saqueados y destruidos, y que cuando un sacerdote abandona su parroquia –especialmente en las zonas rurales, donde un sacerdote influye más en la población que los dirigentes políticos– la mayoría de la población también huye”.

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Por eso en Ayuda a la Iglesia que Sufre (www.acn-chile.org) recordamos y apoyamos a cada uno de los millones de refugiados que esperan algún día retornar a sus vidas anteriores y pensar en un futuro seguro para sus hijos y nietos.

Por María Elena Fernández, periodista 
Ayuda a la Iglesia que Sufre
ACN- Chile

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