Sábado 2 de noviembre: La Conmemoración de Todos los Difuntos celebra la esperanza en la vida eterna y la intercesión por los fallecidos.
La Conmemoración de Todos los Difuntos es una solemnidad de profundo valor humano y teológico que abarca toda la existencia humana, desde sus orígenes hasta más allá de la muerte. La fe en Cristo asegura que Dios, como Padre, nos llama al final de nuestra vida para evaluarnos en la caridad.
Según el Nuevo Testamento, existe un encuentro personal con Dios tras la muerte, donde se juzgan nuestras obras de fe, esperanza y caridad, como reflejan la parábola de Lázaro y la promesa de Cristo al buen ladrón. La Iglesia, recordando esta realidad, intercede por los difuntos mediante rezos, limosnas y la Eucaristía para que quienes necesiten purificación puedan alcanzar la visión de Dios. La muerte, transformada por la victoria de Jesús, se convierte en un paso hacia el encuentro con Dios, y la esperanza en la resurrección permite a los creyentes superar el dolor de la pérdida.
El recuerdo de los difuntos tiene raíces en los primeros cristianos, quienes esculpían símbolos de resurrección en las catacumbas. En el siglo IX, la liturgia incluyó formalmente la memoria de los difuntos, y en 998, el Abad de Cluny, Odilón, estableció el 2 de noviembre como el día de su conmemoración, precedido por la Novena de los Difuntos desde el 24 de octubre.
Fuente: Vatican News.
Imagen: Óleo sobre madera «El día de los fieles difuntos» (1839), por Ferdinand Georg Waldmüller.