María, Madre de Cristo y de la Iglesia, venerada por su papel en la redención. Francisco estableció su fiesta el lunes de Pentecostés.
La veneración a la Madre de Dios en la Iglesia contemporánea, a la luz del misterio de Cristo, destaca a la Virgen María como Madre de Cristo y de la Iglesia. Esta idea, presente en el sentir eclesial desde san Agustín y san León Magno, se debe a su papel en la redención culminada en la cruz.
Al pie de la cruz, María aceptó el testamento de amor de su Hijo, acogiendo a todos los hombres, representados por el discípulo amado, como hijos. Así, se convirtió en la amorosa nutriz de la Iglesia naciente, gestada por Cristo en la cruz. A su vez, Cristo confió a sus discípulos el cuidado filial de su Madre.
María inició su misión materna en el Cenáculo, orando con los Apóstoles y esperando el Espíritu Santo. La piedad cristiana ha honrado a María con títulos como Madre de los discípulos, los fieles y la Iglesia, reconocido por autores espirituales y papas como Benedicto XIV y León XIII.
El papa Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, al concluir la tercera sesión del Concilio Vaticano II, declaró a María «Madre de la Iglesia» y promovió su veneración. La Santa Sede introdujo una misa votiva en 1975, agregó su invocación en las Letanías Lauretanas en 1980 y permitió esta celebración en calendarios particulares.
El Papa Francisco, reconociendo el valor de esta devoción para el sentido materno de la Iglesia y la piedad mariana, estableció la memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, en el lunes después de Pentecostés, para ser celebrada anualmente.
Fuente: Santiebeati.it.
Imagen: Fragmento de «La Virgen y el Niño entronizados entre ángeles y santos« (1461-2), por Benozzo Gozzoli.
