Jueves 8 de febrero: Santa Josefina Bakhita, virgen

jueves 08 febrero 2024 | Santoral

Josefina Bakhita fue una religiosa sudanesa nacionalizada italiana. Es venerada como santa por la Iglesia católica el 8 de febrero, y se le nombró patrona de Sudán. Fue canonizada por el Papa San Juan Pablo II el 1 de octubre de 2000.

¿Quién fue Josefina Bakhita? Josefina fue una religiosa de Sudán que, siendo aún una niña, fue secuestrada por unos comerciantes de esclavos. La apodaron de forma irónica “Bakhita”, que en árabe significa “afortunada”. Al igual que ella, su hermana también fue secuestrada y desarraigada de su familia.

Tuvo que salir forzosamente de su tierra, perdió su nombre y fue sometida a esclavitud y tortura. Pese a perder todo y ser vendida a distintos amos que la maltrataron durante años, Bakhita conservó la inocencia y un corazón limpio. No permitió que el sufrimiento se adueñase de su existencia, lo transformó en esperanza y nunca dudó de la presencia de Dios, fe que la preservó de la tristeza y le dio ánimo para seguir adelante.

“Fui realmente afortunada, porque el nuevo patrón era un hombre bueno. No me maltrataba ni humillaba, algo que me parecía completamente irreal”, escribe Josefina en su diario con trece años, refiriéndose a la paz y tranquilidad que sintió por primera vez desde el comienzo de su pesadilla, al conocer a su quinto y último amo, el único que la trató bien.

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Bakhita viajó con él a Italia donde trabajó de niñera para después ingresar al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad, en Venecia. Allí supo que Dios le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud y fue bautizada como Josefina Margarita Afortunada.

Por su origen, Josefina Bakhita es símbolo de África; por el color de su piel, del absurdo del racismo; por la violencia que padeció, de las mujeres maltratadas; por su única posesión (un crucifijo), de la fe de los pobres; y de la reconciliación que encarnó. Su vida es un signo de nuestros tiempos, posee el don de la universalidad.

 

Fuente: Caritas

 

Mc 7,24-30
«Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños»

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