El Lunes Santo nos confronta con la autoridad de Jesús y su llamado a la fe y el arrepentimiento. Jesús busca frutos en una higuera y expulsa a los comerciantes del Templo.
El Lunes Santo, segundo día de la Semana Santa que comienza con el Domingo de Ramos, nos sumerge en momentos cruciales de la vida de Jesucristo. Después de una noche intensa de oración, Jesús siente hambre buscando alimento en una higuera, simbolizando su deseo de encontrar frutos en Israel. Al no hallarlos, pronuncia una sentencia: «que nunca jamás coma nadie fruto de ti».
Al día siguiente, Pedro nota que se ha secado. Este incidente, aparentemente simple, encierra un poderoso mensaje. Jesús, al enseñar sobre la fe, destaca que, con ella, incluso montañas se mueven. Asimismo, enfatiza la importancia del perdón, vinculando la fe con la capacidad de recibirlo.
Al día siguiente, en el Templo de Jerusalén, Jesús expulsa a los comerciantes, denunciando la corrupción religiosa y proclamando la casa de Dios como un lugar de oración. Esta acción desafía a los líderes religiosos y revela su rechazo hacia él como Mesías.
La reacción de los dirigentes religiosos, enfurecidos por la confrontación con Jesús, revela su incredulidad y resistencia a la verdad. Jesús les cuestiona sobre la autoridad de su propio ministerio, exponiendo su hipocresía y falta de fe.
El Lunes Santo nos confronta con la autoridad de Jesucristo y su llamado a la fe y el arrepentimiento. Nos desafía a examinar nuestras propias actitudes hacia él y su mensaje, y a reconocer su autoridad como Rey y Salvador. Que en este día reflexionemos sobre la importancia de seguir a Jesús con fe y humildad, reconociendo su poder y su amor redentor.
