La formación buscó entregar a los docentes herramientas para enfrentar las nuevas formas de enseñanza de esta asignatura.
Cerca de 60 profesores de religión acudieron al último curso de formación realizado por el Departamento de Educación Católica de la diócesis de Valparaíso.
El objetivo de la instancia es entregar herramientas a los docentes para enfrentar los cambios en las formas de enseñanza de esta asignatura en los establecimientos educacionales.
El curso de formación fue realizado por la académica Carolina Castañeda, quien dio cuenta de los contenidos entregados.
En tanto, la profesora del Colegio Español María Reina, Cristina Herreros, destacó la posibilidad de actualizarse a partir de esta formación.
Por su parte, el docente Ronald Verdugo, de los colegios Carlos Cousiño y Liceo Santa Teresa de Los Andes, valoró las temáticas abordadas en el curso.
Finalmente, la hermana Sheridan Aravena, coordinadora de la pastoral del Colegio Nuestra Señora del Huerto de Quillota, resaltó la importancia de la actualización en los conocimientos.
Cabe señalar que se espera que estos cursos de formación continúen a lo largo del 2025, teniendo en cuenta los desafíos que se esperan de cara al centenario de la diócesis de Valparaíso.
Viernes 20 de diciembre: San Abraham. Soportó la prisión, torturas y el exilio con valentía, defendiendo su fe cristiana de la persecución.
Abraham, sacerdote armenio y discípulo de grandes santos como José, Isaac y Leoncio, es reconocido como un confesor de la fe y un ejemplo extraordinario de fidelidad y valentía en la historia cristiana. Durante la persecución del rey persa Yazdegerd II en el año 451, Abraham participó en el sínodo de Artashat, donde el clero y los príncipes armenios declararon su firme decisión de no renegar de la fe cristiana, incluso a costa de sus vidas.
Capturado junto a Coren y sus maestros, Abraham sufrió tres años de prisión y torturas. Rechazó la adoración del sol, elección que lo condenó a trabajos forzados en Mesopotamia. A pesar de las penurias, continuó apoyando espiritualmente a los prisioneros armenios. Tras siete años de exilio, y después de la muerte de su compañero Coren, Abraham regresó a Armenia en el año 463.
Reconocido por su inquebrantable testimonio de fe, su fama de santidad lo llevó a ser consagrado obispo de Bznunik, donde sirvió al pueblo que lo reconoció como confesor, dedicándose a ellos hasta su fallecimiento.