Jueves 4 de julio | Isabel trabajó por los pobres pese a los abusos del Rey Diniz. Fue una pacificadora que evitó derramamientos de sangre.
También llamada Isabel de Aragón, hija del Rey Pedro III de Aragón y Constanza, fue bisnieta del emperador Federico II y sobrina nieta de Santa Isabel de Hungría, de quien recibió su nombre. Tuvo una infancia piadosa, con liturgia diaria y oraciones, además de educación religiosa constante. A los doce años, fue casada con el Rey Diniz de Portugal, convirtiéndose en Reina de Portugal antes de ser adolescente.
El rey, conocido por su arduo trabajo y naturaleza poética, pero también por su falta de moral, sometió a Isabel a años de abuso y adulterio. Ella, sin embargo, oraba constantemente por su conversión y trabajaba con los pobres y enfermos. Madre de la Princesa Constanza y del Príncipe Alfonso, a veces lograba que las damas de la corte la ayudaran en su caridad, aunque generalmente solo despertaba envidias. El rey parece haberse reformado al final de su vida, aunque no se sabe si por la fe de Isabel o por su muerte inminente.
En 1323, el príncipe Alfonso se rebeló contra los favores del rey a sus hijos ilegítimos, y las fuerzas del rey y el príncipe chocaron en una guerra civil. Isabel, acusada injustamente de apoyar a su hijo, intervino en el campo de batalla y logró reconciliar a padre e hijo, evitando el derramamiento de sangre. Esto llevó a su patronazgo como pacificadora.
Tras la muerte del rey en 1325, Isabel distribuyó sus bienes entre los pobres, se convirtió en terciaria franciscana y se retiró al monasterio de las Clarisas Pobres que había fundado en Coimbra. En 1336, a pesar de su edad y mala salud, Isabel intervino nuevamente para evitar un conflicto entre su hijo, el Rey Alfonso IV, y su yerno, el Rey de Castilla. Murió el 4 de julio de 1336 en Estremoz, Portugal, y fue enterrada en el monasterio de Coimbra. Su cuerpo fue hallado incorrupto en 1612 y fue canonizada el 24 de junio por el Papa Urbano VIII.
